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sábado, 15 de marzo de 2008

SPAIN, Sevilla. 4:56 A.M. del 16 de Marzo de 2008. DOMINGO DE RAMOS.





Me encuentro en un momento especial de mi vida, estoy cambiando, lo siento dentro de mi, algo se rompió; de la herida y del dolor, algo cosquillea agradablemente como si fuera una luz tenue que crece en brillo.

Estoy sintiendo que vivo en algo más que una ciudad, que una región, que un país. Vivo en un planeta y una realidad, no me gusta, pero no por ello dejar de ser ¿“apasionante”?.

Estoy comenzado a observar esta realidad en la transito y empiezo a escuchar ecos de voces, que me hacen meditar en que tengo que aportar mi granito de arena, mi voz en el desierto, mi grito en lo profundo de la garganta, para que se pierda y más tarde se encuentre; deseando fundirse en las perdidas y dolores de los otros y que ese manantial fluya hasta hacerse un río de existencia compartida.

La Individualidad, la Unidad, arrastrada al Todo.

Ahora, a las 5:09, cuando me planteo es gran paso de madurez como seres que nos lleve a esa sociedad laica, que convulsiona entre otras conciencias.

Sé que dentro de pocas horas, muchas percepciones se aunarán en el Acto Solemne de la Semana Santa Sevillana y su radiante Domingo de Ramos, de estreno de ropa, de galas exquisitas hasta donde una pueda, desde Armani, aunque solo sea la corbata, hasta la blusa de la tienda de los Chinos.

Profusión de colonias, perfumes, zapatos nuevos, sudor, niños, globos, salchichas y al fondo el eco de unas trompetas y tambores, que invitan a apresurar el paso, para reverenciar desde un amplio crisol de intenciones, la imagen de una Virgen con diferentes apariencias cubiertas de un suntuoso manto, un Jesucristo en pollino, en Cruz, sentado.

Carritos de niños, con una mancha que incomprensiblemente extingue toda la costosa preparación de envoltura de regalo, para salir a la calle.

Un heterogéneo grupo, en los cuales en muchos se adivina más un disfraz adecuado para el momento que galas, aunque esgrimirán razones convincentes para tal cambio de imagen.

Ahora me parece escuchar a Topol, cantando “Tradition”.

Y yo insomne, llamando al sueño con este racimo de palabras, para encontrar el sosiego que esta realidad no me concede...